«La conclusión es que Suecia ha hecho trampa»; «Preocupante»; «Se cuestionan los resultados de PISA en Suecia». Estos son algunos de los titulares que publican las principales cabeceras de Suecia a la luz del escándalo de PISA. Y es que, a la prensa le encanta destapar escándalos para alimentar el morbo de sus consumidores, pero ¿qué ha sucedido realmente esta vez?
Por: Diego Kindler
PISA (Programme for International Student Assessment por sus siglas en inglés), o lo que es lo mismo, el Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes, es un informe que realiza la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) en países de todo el mundo para, entre otras cosas, mostrar el estado real de la educación. La prueba es la misma para todos los países, y evalúa las competencias de los estudiantes en matemáticas, ciencias y comprensión lectora.
En este escenario, comparable para algunos con un medallero olímpico, se observa una tendencia descendente de Suecia, cuyo sistema educativo ha ido relegando la calidad de la enseñanza a puestos que sorprenden, como es, por ejemplo, quedar por detrás de los EE. UU. en materia educativa, y muy lejos de sus vecinos europeos. Es más: si observamos el ranking de la OCDE en 2012 (consultar abajo), Suecia sencillamente no figura entre los primeros 30 países de la lista. Ante esta situación, el gobierno sueco decidió tomar cartas en el asunto en 2018, cuando, por arte de birlibirloque, obtuvo una posición excepcionalmente alta, y recalco lo de excepcional, porque la norma era que Suecia estuviera en los puestos bajos de la tabla, y en la prueba de 2018, Suecia figuraba en la mitad de la tabla. ¿Qué pasó? ¿Qué maravillosos cambios pudieron introducir para revertir esta vergonzosa tendencia?
Antes de responder a esta pregunta, debería quizá mencionar algo que, creo, puede ser relevante. En 2015 escribí mi tesis en la Universidad de Estocolmo sobre el Informe PISA y la situación que acabo de describir. Por aquel entonces, el argumento que utilizó la oposición del tribunal fue que los alumnos extranjeros hacían bajar la prestación del conjunto de los suecos. Ese era y sigue siendo, un argumento falaz, por la sencilla razón de que otros países del entorno como Francia, Países Bajos, Suiza, Alemania, Reino Unido o la propia España, tienen una población de estudiantes de origen extranjero igual o incluso mayor que Suecia. La respuesta que obtuve entonces, por parte de una profesora de origen chileno, fue que los extranjeros en Suecia eran «de peor calidad», argumento que, no solo es racista, sino carente por completo de fundamento científico –como es en sí mismo el racismo-.
Pues bien, volvamos ahora a 2018. ¿Qué hizo Suecia para mejorar sus resultados? ¿Invertir más en educación? ¿Mejorar la formación del profesorado? ¿Replantear el plan curricular de Skolverket para ponerse a la par de sus homólogos europeos? ¿O manipular la prueba? Efectivamente, la respuesta correcta es esta última. Lo que hizo fue excluir al 11% de los estudiantes seleccionados para la prueba que, a juicio del sistema educativo, podían perjudicar los resultados de ésta. Dicha cifra, como concluye la Oficina Nacional de Auditoría, que puede consultarse en el siguiente enlace: https://www.riksrevisionen.se/om-riksrevisionen/kommunikation-och-media/nyhetsarkiv/2021-04-29-otillracklig-uppfoljning-av-pisa-undersokningens-genomforande-2018.html , está muy por encima del 5% que permite la OCDE.
El informe de la Oficina Nacional de Auditoría es contundente e incuestionable: «esto se hizo en parte por motivos incorrectos y que el Gobierno y Skolverket no han seguido la implementación. Tampoco se ha realizado ninguna investigación creíble posteriormente».
Hay que destacar que el escándalo no es ni reciente ni actual. De hecho, la noticia salió a la luz en el verano de 2020, cuando el diario Expressen lo destapó, sin que tuviera mayor trascendencia. Esto se debió, en parte a que las noticias en verano tienen muy poco impacto, y en parte que la actual situación de pandemia, posterior a la fecha en la que se cometió la irregularidad, eclipsaron por completo la noticia.
Ha hecho falta que la Oficina Nacional de Auditoría hiciera público su informe para forzar al ejecutivo sueco a sacar la cabeza de debajo del ala, y dar la cara (cosa que no acostumbra hacer). Como estamos viendo a raíz de esta crisis, las instituciones suecas prefieren buscar un chivo expiatorio conveniente (los inmigrantes, por norma general), y esconderse detrás de unas estadísticas ah hoc, que contrastan con los índices internacionales. Ante esta discrepancia, la actitud de las instituciones suecas suele ser la de desacreditar los informes independientes, y sacarse del sombrero un estudio propio que acalla cualquier crítica.
El informe de la auditoría no deja lugar a dudas: «Después de la encuesta de Pisa en 2018, se criticó que demasiados estudiantes en Suecia habían sido exentos de tomar la prueba. Por tanto, se ha cuestionado si los resultados arrojaron una imagen real». Esto es una prueba más de la consumación del divorcio entre la realidad y la percepción que los suecos tienen de sí mismos. Y no se circunscribe solo a la situación del sistema educativo. Se aplica a muchos ámbitos de la vida en Suecia, como la sanidad, el medio ambiente, o el racismo institucional, este último, parte inseparable de la marca sueca. ¿Cómo explicar entonces que Suecia, hoy en día, siga siendo la región con mayor incidencia acumulada en casos de covid? Recordemos que, cuando comenzó la pandemia, FHM decía que un buen lavado de manos era suficiente para prevenir el virus. ¿Qué está pasando entonces? ¿Acaso los suecos no se lavan las manos? Ante esta pregunta, yo diría que, al contrario, los suecos son los campeones del lavado de manos. Y al igual que con la pandemia, en la que hemos visto que el jabón no previene el coronavirus, podemos constatar que el sistema educativo en Suecia no previene el fracaso, por mucho que lo disfracen y hablen de que «ningún alumno se queda atrás».
Las reacciones del gobierno han sido las de esperar en Suecia: La ministra Ekström echó balones fuera y señaló al director de Skolverket, que asumió las culpas con la boca pequeña sin depurar responsabilidades, reparar el daño e invalidar los resultados de la prueba. En resumen: barrieron la mugre bajo la alfombra o, como decimos en España, «se hicieron los suecos».
Diego Kindler 30/04/2021
La Ministra de Educación, Anna Ekström. PISA 2018.
Viñeta de ©Bengt Nikander.
Resultados de PISA en 2018
Resultados de PISA en 2012 (Suecia no figura en la lista, a diferencia de sus vecinos nórdicos)