Al cumplirse 51 años del golpe de Estado en Chile, el semanario El Siglo publica una entrevista con la académica Roxana Pey, quien analiza ciertas narrativas que han surgido en Chile respecto al golpe de Estado.
La académica Roxana Pey establece que el Presidente Salvador Allende impulsó el proyecto de cambios “en paz, en democracia, con un apego democrático notable, lo que se recuerda en todas partes del mundo”. Reivindica que “hay que tener el arrojo que tuvo Allende” y acota que “eso de que hubo falta de flexibilidad, es un mito, lo levanta ahora gente que quiere cuidar un consenso que al final no te lleva a nada”. La presidenta del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo, cuestiona la idea de que la determinación del expresidente “con el programa prometido ante el pueblo, que la lealtad con su pueblo, deba llevar inevitablemente a un golpe de Estado. El golpe de Estado es responsabilidad de quienes lo dieron y hay una responsabilidad de quienes amenazan al día de hoy. Porque si no, querría decir que hay que dejarse abusar, avasallar, hay que aceptar injusticias flagrantes, hay que dejar pasar los crímenes económicos” sin buscar las transformaciones. Sostiene en entrevista que “el proyecto de la Unidad Popular es de gran vigencia, lo necesitamos mirar en toda su dimensión por sus propuestas que son válidas para la actualidad”. Sobre el papel que jugaron dirigentes, ministros y personeros de izquierda en aquella época, resalta que “actuaron con seriedad, ética, responsabilidad, con gran profesionalismo, sin avaricia, sin intereses personales, sin agenda propia, sin mirada individualista. Lo hicieron por el pueblo, por un programa, por un Gobierno que tenía una ética y una estética, que tenía valores”.
Fuente: Prensa El Siglo. 9 septiembre 2024.
Hugo Guzmán. Periodista: En estos días han aparecido declaraciones haciendo ciertas comparaciones y se llegó a decir que si Salvador Allende hubiera tenido la flexibilidad que está teniendo Gabriel Boric, no habría ocurrido el golpe de Estado de 1973. Se agrega que si se hubiera mesurado el programa de la Unidad Popular, como se mesura hoy el del Gobierno, se habría evitado la asonada golpista.
Roxana Pey: No es una novedad ese argumento, se ha usado como una manera de mantener sobre proyectos transformadores el fantasma del golpe de Estado y por esa vía inhibir los avances que puedan favorecer cambios reales, que favorezcan al pueblo trabajador, a la mayoría de la ciudadanía. Colocan obstáculos muy concretos, pero también salen estos argumentos fantasmales que al final es una amenaza velada de que si se avanza muy rápido o muy a fondo, o en temas que a la elite o al sistema le afectan, de inmediato vendrá un golpe, una intervención. Finalmente es una amenaza de muerte a los proyectos de transformación. Por eso encuentro grave que se hagan esas afirmaciones, sobre todo si provienen del campo progresista, pero al mismo tiempo no sorprende porque eso se ha usado en muchos momentos. Uno podría asimilar ese argumento, al argumento de que culpabiliza a las víctimas. Como cuando se afirma “la violaron porque andaba con minifalda”, no es culpa del violador. Entonces, el golpe no es culpa de la derecha, de la elite económica, de los militares, de Estados Unidos -que fue el gestor principal, porque la gente de acá no habría sido capaz de hacer algo así sin ese apoyo-, sino que es culpa de que el Presidente Salvador Allende quería cumplir con su programa. Es un planteamiento bien miserable y bien tramposo.
Es que parece que hay intenciones de mantener ese fantasma sobre los proyectos transformadores, esa amenaza de que si avanzan, viene un golpe, viene una desestabilización, viene el caos, entonces es mejor contenerse, no avanzar tanto, presentar cartas de buena conducta. ¿Eso afecta el desenvolvimiento de proyectos de cambios reales?
Afecta, afecta mucho. Por eso se dice que hay que tener el arrojo que tuvo Salvador Allende, que no significa que el compromiso de Allende con el programa prometido ante el pueblo, que la lealtad de Allende con su pueblo, que el arrojo de Allende, deba llevar inevitablemente a un golpe de Estado. El golpe de Estado es responsabilidad de quienes lo dieron y hay una responsabilidad de quienes amenazan al día de hoy. Porque si no, querría decir que hay que dejarse abusar, avasallar, hay que aceptar injusticias flagrantes, hay que dejar pasar los crímenes económicos, no incentivar las transformaciones, y así se consolida un fundamento de una sociedad desequilibrada e injusta. Entonces, para que no te agredan, no te ataquen, no te bombardeen, no te amenacen, debes evitar quebrar huevos, debes evitar cambios reales, debes evitar avanzar, entonces entras en la captura, en la complicidad y en aceptar la amenaza y te inhibes, evitas avanzar. Y te quedas en lo que decían hasta hace unos años, que esto era una taza de leche, una calma, porque no se tocaba nada importante, no había proyecto de transformación, no se tocaba el sistema. De eso hay que salirse, sino, sigamos como estamos. Pero como estamos vamos directamente a una nueva crisis social, o un nuevo estallido social, porque no es posible que al pueblo se le recorten los salarios o no se les suban realmente, que no haya pensiones adecuadas para los jubilados, que se abuse en el sistema privado de salud, que siga existiendo el lucro en la educación, que continúen los abusos hacia la gente y un largo etcétera de situaciones abusivas en una sociedad chilena donde la ciudadanía no vive bien. Este es un país de cierta estabilidad económica, tiene riquezas y grandes recursos naturales, tiene recursos monetarios, pero por temor dejamos que nos esquilmen. Por eso, cuando empezamos a dar algunos pasos positivos, aparecen nuevamente esas vocerías amenazantes, otros haciéndose amigos de la derecha, estas vocerías de inhibición, lanzan estos recordatorios de golpe de Estado o desestabilización si se tocan ciertos intereses. Eso, por lo demás, quiere decir que no somos soberanos, que seguimos intervenidos, amenazados.
En el Gobierno de la Unidad Popular se plantearon las 40 medidas que básicamente apuntaban a establecer, de manera muy precisa, derechos sociales. ¿Hay algo de esas medidas que tengan vigencia, es rescatable al menos parte de ese proyecto, considerando la situación social actual?
Mira, lo básico en esto es que Salvador Allende lo que hizo fue cumplir con un programa comprometido ante el pueblo y que incluía esas 40 medidas. No hizo otra cosa. Y lo hizo en paz, en democracia, con un apego democrático notable, lo que se recuerda en todas partes del mundo hasta el día de hoy. Por lo tanto, eso de que hubo falta de flexibilidad, es un mito, lo levanta ahora gente que quiere cuidar un consenso que al final no te lleva a nada. Allende hizo cumplir un programa votado por la mayoría y dentro del marco democrático. Eso es lo esencial. Ahora que se cumplen 51 años del golpe de Estado, recordamos el legado de Allende, y el legado de Allende no es solamente simbólico, no es sólo esa lealtad, esa corrección, ese apego democrático y cumplimiento del programa, sino que son cosas muy concretas. Hablamos de la nacionalización del cobre, como un signo de dignidad nacional, aprobada por la mayoría del Parlamento, democráticamente. La reforma agraria que venía de antes, y Allende la hizo avanzar y consolidar, a pesar de revanchismos y presiones reaccionarias, se terminó con el latifundio en Chile. Hubo acceso a la salud, el medio de litro de leche para las niñas y niños, el enfrentar el tema de nutrición y alimentación, se avanzó en fortalecer la educación, hubo más viviendas de calidad, hubo más derechos para las mujeres, se expandió la cultura, y la sociedad chilena cambió, incluso a pesar del golpe de Estado y la instalación de este sistema neoliberal abusivo. Las grandes acciones de Salvador Allende nos siguen modelando.
También, a medio siglo de ese proyecto, estamos hablando de que permanecen, en lo sustancial, las mismas carencias, los mismos problemas, las mismas necesidad de la gente.
Exactamente, eso es así. No terminamos de satisfacer las necesidades de la gente, eso es real.
En este tiempo se habla mucho de la libertad de expresión, del derecho a tener medios, de la pluralidad comunicacional, y todos los estudios indican que no hubo nunca el equilibrio informativo, la pluralidad de prensa, que existió durante el Gobierno de Allende, eso está demostrado estadísticamente.
Ustedes, en El Siglo, acaban de cumplir 84 años, es un ejemplo de permanencia de prensa con una línea editorial y, claro, es inevitable hablar de los medios de comunicación durante el Gobierno de Allende, porque había libertad de prensa efectiva, no solamente declarada en un papel, sino que puesta en práctica. Había una diversidad de medios, había acceso del pueblo, de la sociedad, de los trabajadores, de los campesinos, de los estudiantes, de las mujeres, a la información, a la diversidad de mensajes, a la construcción de conciencia social. No podemos olvidar que igual existían medios de la derecha, de los empresarios, siempre los tuvieron, cierto. Todo eso es fundamental para la democracia. Entonces, no es extraño que el mismo día 11 de septiembre de 1973 se acallaran los medios de comunicación, se los tomaron. Y quiero decir que se tomaron el diario de mayor circulación, el Clarín, se lo tomaron, lo confiscaron, se adueñaron ilegalmente de las propiedades valiosas de Clarín y todo su equipamiento, persiguieron a sus periodistas, los reprimieron. Eso, por ejemplo, no lo hemos recuperado, hay que decirlo claramente. Nos ufanamos de que Chile es un país democrático, pero una democracia sólida y sana debe tener un sistema de medios pluralista, independientes, pero lo que tenemos hegemónicamente es un duopolio, la captura de la televisión, de la radio, por grupos económicos que modelan la información y la opinión de la ciudadanía a su beneficio e interés. De paso, modelan la agenda política, y eso no es una democracia plena. Sabemos, y tú lo sabes mejor que nadie, que la libertad de prensa, la diversidad de medios, y el derecho a la información, no sólo pasa por declaraciones, sino que hay capturas de líneas editoriales, de agendas, hasta del papel y la distribución.
Desde el inicio del Gobierno del Presidente Gabriel Boric se habla de la característica de gente joven en la administración, del tema generacional, del tipo de liderazgos. En el Gobierno de Salvador Allende hubo ministros y altos funcionarios jóvenes, había un nuevo tipo de liderazgos. ¿Hay similitudes, hay perfiles comparables de los dirigentes políticos y sociales?
Efectivamente había mucha gente muy joven. No había ese cuestionamiento de edad. Bueno, Allende tenía sus años, también otros dirigentes, y ellos jugaron un papel en la conducción, eran respetados, tenían liderazgo. Pero había también gente muy joven en roles muy importantes, creo que no han batido todavía el récord de juventud que hubo en el Gobierno de Salvador Allende. Hubo ministros muy jóvenes, y también en otros cargos muy relevantes, en la minería, en la agricultura, en educación, en la economía, en las finanzas. Todos ellos nos dejaron la experiencia y las enseñanzas de esos años, la responsabilidad con la que gobernaron, con la seriedad, lealtad y ética con que gobernaron, el apego a la democracia, el compromiso con su pueblo, con el programa de Gobierno. Hasta el día de hoy nos siguen enseñando con sus reflexiones actuales. Mira, en Chile, en esos años, se construyeron muchas viviendas, hubo grandes obras públicas, y lo hicieron arquitectos jóvenes, entre ellos Miguel Lawner. Hugo Fazio era joven y lo nombraron vicepresidente del Banco Central, Aníbal Palma en Educación, eran muchos jóvenes. Ellos actuaron son seriedad, ética, responsabilidad, con gran profesionalismo, sin avaricia, sin intereses personales, sin agenda propia, sin mirada individualista. Lo hicieron por el pueblo, por un programa, por un Gobierno que tenía una ética y una estética, que tenía valores.
¿Debería haber un rescate de valores, de una estética de esos tiempos, o es nostálgico, es ir muy atrás?
Son aprendizajes que hay que asimilar y transmitir, hay quienes están preocupados de recuperar aquello, pero no todo el mundo. Mira, yo hago clases, y me sorprende en el estudiantado que ven lo que tenemos hoy como una fatalidad, como algo irremontable, inmodificable, que no hay otras vueltas. Yo les cuento a ellos cómo se actuó durante la Unidad Popular y quedan boquiabiertos, pensaban que no había otra manera de hacer las cosas a como se hacen ahora. Y la hay, es posible.
En ese marco, durante el Gobierno de Allende se le dio una importancia prioritaria a la cultura. Se vio como algo esencial. Estuvo el Tren de la Cultura, la promoción de la Nueva Canción, del teatro, de la danza, de la música, de la literatura, de la lectura, se creó una editorial, Quimantú, se llevó la cultura a las poblaciones, a los barrios, a las provincias. ¿Crees que ahí hay un legado que recuperar, que los gobiernos y otros sectores deberían hacer más?
Es que está todo bajo el manto neoliberal. No solamente la educación, la salud, las pensiones, la cultura también. Es algo muy dañino. Hay ámbitos en que puede haber algo que gusta tanto ahora como la colaboración público-privada, que la verdad siempre la hubo, pero es distinto a una mercantilización de todos los campos de la vida, incluida la cultura. En la cultura se nota mucho más porque hay un empobrecimiento, una elitización, y no hay un impacto social, amplio, no hay esa llegada cultural masiva, que llegue cultura a la ciudadanía, en cada lugar. Se sigue con una cuestión elitista y no es aislado del resto, es cómo está construida la sociedad, y si es una sociedad que excluye, que deja fuera a la mayoría de la ciudadanía, tiene los resultados que tiene hoy, incluyendo los déficit en cultura. Tiene, además, una crisis política como la que estamos viviendo, con una falta de credibilidad, un techo que no se puede superar, un marco del cual no podríamos salir. Mira el informe del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas sobre Chile, que muestra mucho de todo esto, que dice que la gente no tiene mucha esperanza, que no quiere participar ni organizarse, que no se podrán hacer cambios, y eso no le conviene a nadie, sólo a cierta elite que está enquistada y que quiere seguir profitando, extrayendo el trabajo de la mayoría, extrayendo de nuestras riquezas naturales, con tentaciones de pérdida de soberanía.
Mirando la experiencia de la Unidad Popular, ¿es una mirada nostálgica y simbólica, o de rescate y vigencia de ese proyecto?
El proyecto de la Unidad Popular es de gran vigencia, lo necesitamos mirar en toda su dimensión por todas sus propuestas que son válidas para la actualidad, habría que actualizar algunas cosas, pero necesitamos ese tipo de respuestas. Necesitamos sobre todo la forma de conducción, las estrategias políticas, la determinación de concretar sin temor, sin asustarse y con la certeza de tener el derecho de avanzar en transformaciones. Porque este país tiene el derecho de acoger bien a todo su pueblo, a todas y todos sus habitantes. Necesitamos una sociedad que no margine, y en eso hay una lección de Salvador Allende, que los jóvenes de hoy, las nuevas generaciones, a veces rememoran conmemorativamente, simbólicamente, pero hay que tomar sus elementos esenciales, programáticos. De no hacerlo, nos quedaremos en una profundización de la crisis. Pero los cambios van a venir de todas maneras, porque no son un invento ideológico, no son un capricho, no son una idea de un grupito, sino que responden a las necesidades urgentes de la gente. Y son muy posibles de realizar en beneficio de todas y todos los habitantes del territorio de este país.